El cobertizo quedó abierto y el sol de verano de la Costa Oeste iluminaba de manera espectacular los marcos de aluminio. Las grandes 29ers del año descansaban impecables en el parqueadero del Bikestore.
—¡Rockhopper despierta! Mira allá, en el rincón. ¡Ya no está!
—¡Hey sí! Ayer escuché al tendero abriendo la cortina metálica. Traía su linterna pero no pude ver nada. Creí que venía a aceitarnos pero el sonido de los trinquetes de piñón lo delataron. ¡Se la ha llevado!
—¡Oh pobre viejecita!—chirrió Trecky —Y saber que las de aro 26 como ella pasaron de moda, ya nadie las quiere comprar. Estoy segura que la llevó al deshuesadero para desarmarla. Venderla por partes le será más rentable—dijo con ironía.
—Es verdad. Al menos la cadena puede servirle a una 29. Quizá también los pedales y las bielas, pero el resto irá al reciclaje—respondió Rockhopper moviendo con elegancia el sillín.
—Sí, tan solita y empolvada que estaba. Recostada a la pared y estallada. Con sus llantitas gastadas hasta la fibra, como si la hubiera usado un vendedor de globos toda su vida. Y ni qué decir de la cadena, trabada hasta los pernos de grasa sucia. Estaba tan avergonzada que no chirriaba con nadie.
—Pues al final nos hizo un favor llevándosela. Ya estaba harta de tenerle lástima a esa mugrosa. Al fin y al cabo ese no es problema nuestro. En cambio a nosotras nos fabricaron perfectas. Nuestra geometría es lo último que han creado los ingenieros. Pronto vendrá un ciclista guapísimo y con sus piernas depiladas nos llevará de paseo a conquistar el cerro—fanfarroneó Rockhopper, ahora agitando el manubrio de lado a lado.
Pasaron los días y el tendero ya no las aceitaba como antes. El cobertizo pasó cerrado más de un mes. Trecky y Rockhopper pasaban el tiempo en silencio. De vez en cuando giraban sus pedales para distribuir con la cadena el aceite en los piñones y no oxidarse. A veces rotaban sus manubrios para tocarse las llantas delanteras y acompañarse. De pronto la cortina metálica hizo gran estruendo.
El sol iluminaba de nuevo el aluminio, ahora empolvado. Un hombre alto de piernas bronceadas y afeitadas hasta los tobillos se asomó. Una licra negra abultada y el maillot rosado ceñido al cuerpo dejaban entrever un cuerpo atlético. Los clips de sus zapatos chocando el suelo revelaban que venía listo para pedalear. Quitándose el casco sacó a relucir su negra cabellera enredada y entró al cobertizo.
—¡Al fin! ¡Alguien ha venido por nosotras!
—Será por mí querrás decir. Él se ve alto y yo soy talla L —¡No me digas! Tan alto no es. Para mí que es talla M y viene por mi sillín de gel acolchado. —chirriarron ambas emocionadas chocando sus llantas con fuerza.
Detrás del hombre venía el tendero que entró con una llave de carraca en una mano y secándose el sudor con la otra. Le dio la mano mugrienta al visitante, la que apretó con fuerza. Acomodó la herramienta en su overol y salió de nuevo haciéndole señas de que esperara un momento.
El hombre cruzado de brazos le vio alejarse y se acercó a las bicicletas. Pasó el índice dibujando una línea recta sobre el marco de Trecky. Ella se estremeció del placer. Estaba tan llena de polvo que no se podía notar el rojo fuego de su pintura. Después miró a Rockhopper que estaba al lado y palpó el sillín blando. —¡Paf, paf!— Estornudó al aspirar el polvo y frunciendo el ceño dio un paso atrás. En ese instante se escucharon trinquetes de piñón. Era música para sus oídos y volteó entusiasmado.
—¡Ohhh allí está! ¡La cien veces victoriosa del Giro! —gritó revolviéndose la melena —y continuó—¡Es una maravilla! ¡Me encanta el color tornasol y cómo brillan los componentes nuevos! Llantas tubeless, cambios electrónicos, aros aerodinámicos, monoplato con doce velocidades y sillín prostático de carbono. —¡Dejaste a Bianca mejor que como era de fábrica!
—¡Me alegra que te guste Giacomo!—Fue difícil importar las partes originales de Italia. Ya no hacen de estas bellezas de carbono. Incluso es más liviana que las que fabrican ahora… ¡Esas burras de aluminio de 29 pulgadas, con componentes de gama baja para principiantes!
—¡Veramente caro amico! Bianca es y será siempre de gama alta —dijo el hombre dándole palmaditas en la espalda. Se montó ilusionado en la bicicleta, clavó los clips en los pedales y haciendo un sprint salió del lugar diciendo: —¡Tope de gama! Entre risas, el tendero alzó sus brazos y de un tirón cerró el cobertizo, haciendo rugir la cortina metálica dejando a las bicicletas de nuevo en la penumbra.
—¡¿Burras?! ¡¿Ese imbécil nos llamó burras?!—espetó furiosa Trecky, mientras Rockhopper se desinflaba calladita, inclinándose poco a poco a la par de su amiga.
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